miércoles, 4 de junio de 2014

"Niños NO violentos = niños educados con amor"

Los índices de violencia entre niños y adolescentes, en los últimos años, se encuentran en alza.
Cuando se habla de agresividad o violencia, se está hablando de hacer daño, físico o psíquico, a una otra persona. De una acción intencionada manifestada a través de patadas, arañazos, gritos, empujones, palabrotas, mordidas, tirones del pelo... a otra persona. Este comportamiento es relativamente común y, a menudo, aparece cuando el niño cumple un año.

La presencia de estas conductas hasta los 5 o 6 años puede ser un proceso normal, ya que a esa edad, la capacidad de auto control es todavía reducida. Pero aunque su presencia forme parte del desarrollo, se trata de comportamientos inadmisibles que hay que corregir.

- El comportamiento agresivo tiene consecuencias negativas para los demás niños porque puede provocar daños y heridas importantes.
- Pero también tiene consecuencias para el propio agresor. Si este comportamiento se repite, el niño será rechazado y evitado por los demás. Además, está aprendiendo una forma inadecuada de actuar que cuando sea un poco mayor le traerá consecuencias negativas; y por último, un niño o niña agresivo, se arriesga a que sea también objeto de una agresión como respuesta a su conducta por otro niño.

Cuando el bebé nace, trae impulsos amorosos y agresivos que, con el tiempo y con el cuidado de los padres, empezará a distinguir y diferenciar. Dependiendo del establecimiento de sus vínculos afectivos empezará a desarrollar un tipo de relaciones personales u otras. Este es un concepto muy importante y con gran repercusión en la vida del niño. Su personalidad se construirá a partir de su conocimiento del mundo a su alrededor. Para eso, es necesario que el bebé se sienta protegido y cuidado en su entorno familiar.

Vivimos en un medio agresivo, donde los actos de violencia nos rodean. Entonces, a veces no nos sorprende ver a nuestros niños jugar bruscamente, ni oírlos usar lenguaje ofensivo.
Podemos sentirnos abrumados por un mundo hostil que nos bombardea constantemente con mensajes negativos. El abuso de poder es tan común que se antoja entrenar a los hijos a atacar antes de ser atacados.

·         La familia es uno de los elementos más relevantes dentro del factor sociocultural del niño. La familia lo es todo para él. La familia es su modelo de actitud, de disciplina, de conducta y de comportamiento. Es uno de los factores que más influyen en la construcción de la conducta agresiva.
Está demostrado que el tipo de disciplina que una familia aplica al niño, será el responsable por su conducta agresiva. Un padre poco exigente, por ejemplo, y que tenga actitudes hostiles, y que está siempre desaprobando y castigando con agresión física o amenazante constantemente a su hijo, estará fomentando la agresividad en el niño.
Otro factor que induce al niño a la agresividad es cuando la relación entre sus padres es tensa y continuada. Dentro del factor sociocultural influirían tanto el tipo de barrio donde se viva como la presencia de expresiones que fomenten la agresividad, como "no seas un cobarde". Los factores orgánicos de tipo hormonal, los problemas cerebrales, los estados de mala nutrición y los problemas de salud, entre otros, también influyen en el comportamiento agresivo. Y dentro del factor social, el niño que no tiene estrategias verbales para afrontar las situaciones difíciles, será fácilmente conducido a la agresión.


Cómo ayudar a evitar niños violentos.

Una de las propuestas para tratar estos problemas de comportamiento es la aplicación del Arte terapia . Según la especialista en educación y directora del Taller Matisse, Gloria Martínez Reynoso , el arte, la pintura y la música son útiles para tratar estos casos. “A través de la música, por ejemplo, podemos controlar la agresividad de una persona. Enfocamos esta energía en otros puntos, como tocar un instrumento”

Causas que generan que un niño se haga violento
Señala además que los problemas de comportamiento se generan porque los niños se están volviendo sedentarios, viven frente al televisor, juegos de Internet y videojuegos . Refiere que la mayor parte de los productos que se difunden por estos medios son de violencia y disputa.
“Es necesario sacar a los niños de ese mundo. Los padres deben dedicarles más tiempo, pero sin llegar al extremo del engreimiento. Hay que retomar los juegos del pasado, que no implicaban nuevas tecnologías”.

se puede prevenir la conducta violenta desde la casa, tomando en cuenta lo siguiente:
1.         La competición genera la violencia.
En cualquier entorno en donde se maneja un esquema de ganar-perder, alguien tiene que perder para que el ganador triunfe sobre ellos. En este tipo de ambiente, lo que cuenta es salir arriba a todo costo. Y los que no ganan se quedan abajo, llenos de frustraciones y envidias.
Ojo con estas situaciones competitivas en casa:
•          La rivalidad entre hermanos. Es normal que los hermanos compitan por la atención de los padres, pero un manejo inadecuado de parte de los adultos puede exacerbar el problema.
Sé consciente de las necesidades únicas de cada uno de tus hijos, y dales un trato imparcial, compartiendo tu tiempo entre ellos y apoyando a cada uno para sentirse orgulloso y seguro de sí mismo.
•          El favoritismo. Si tú no favoreces a alguno de tus hijos, tal vez el abuelo o la tía demuestre su preferencia. En la familia, deja claro tu exigencia que todos respeten la individualidad y el valor único de cada uno de tus hijos.
No permitas comentarios negativos hacia ninguno, ni dejes que consientan a alguno al detrimento de los demás.
•          La obsesión con resultados. Tal vez a ti te educaron a producir resultados para validar tus esfuerzos.
Sin embargo, tu hijo está en un proceso de desarrollo y aprendizaje. Acuérdate que necesita el espacio para equivocarse para mejorar.
Por lo tanto, no exijas que sea el mejor bateador de su equipo de beis, ni que gane todas las medallas de natación, ni siquiera que tenga una boleta de puros dieces. No cometas el error de enfocarte en la perfección del producto sin fijarte en el valor del proceso. ¿Tu hijo está haciendo su mejor esfuerzo? Entonces es un ganador.
2.         La frustración lleva a la explosión.
La presión constante de cumplir con algo sin poder tener éxito ejerce una fuerza tremenda sobre los niños. Ayuda a tu hijo a aprender a tolerar la frustración, teniendo la paciencia de perseverar hasta tener éxito.
¿Cómo? Siendo paciente con él. Dándole tiempo para madurar. Permitiendo que se equivoque. Creyendo en él y reafirmando tu seguridad que va a lograr la meta.
3.         El poder cancela la necesidad de acción violenta.
El que tenga el poder de lograr lo que quiera por medio de sus propias habilidades no necesita abusar de su fuerza, ni tampoco será nunca víctima de otros.
Por eso es importante que tu hijo adquiera competencia y se sienta seguro de su propio poder. “¡Yo PUEDO!” debe ser su respuesta ante los retos.
¿Cómo lograrlo? Dale responsabilidades en casa, y confía en él para que se sienta capaz de llevar a cabo las tareas que le correspondan. Dale fuerza por medio de la experiencia: si él cumple bien, se sabrá competente y seguro con su valiosa aportación.
4.         La comunicación alivia el estrés.
¿Tu hijo hace muchos berrinches? ¿Grita, patalea y pega a la menor provocación?
Enséñale a identificar sus emociones, a hablar de ellas y a aceptarlas. Este proceso abrirá la válvula de la ira y dejará escapar la energía en una forma más positiva.
En casa acostumbra a hablar de las emociones. Cuando ves a tu hijo furibundo, en vez de decirle, “¡No te enojes!” trata de ayudarle a sacar lo que siente por medio de palabras. Le puedes decir, “Veo que estás enojado. ¿Quieres decirme qué pasó?”
Es muy importante saber callarse y escuchar en el momento que tu hijo responda. No mates la comunicación con sermones ni soluciones.
5.         La inclusión ayuda a crear un ambiente de paz y respeto.
Una familia que enseña a sus miembros a aceptar a todos por igual está construyendo los cimientos de una sociedad pacífica y justa.
En casa acostumbra a practicar el valor de la inclusión, invitando la participación de todos en actividades familiares y dando a los hijos la oportunidad de incluir en vez de excluir cuando hagan invitaciones para alguna fiesta, por ejemplo.
Para hacer cumplir este valor tan importante, practiquen la empatía en casa, con el hábito de siempre pensar en lo que sientan los demás al ser excluidos.

6.         La cooperación y la colaboración son la ruta para resolver conflictos.
Cuando hay un problema en casa, tus hijos deben saber que no están solos, y que a todos les importa su situación.
Para resolver problemas, la asamblea familiar es una buena alternativa. Después de usar este medio para establecer las reglas básicas de la convivencia basadas en los valores de tu familia, acostumbren reunirse para platicar sobre problemas entre los miembros familiares.
Si cada persona tiene poder, sabe hablar de sus emociones y se siente incluida, debe tener las herramientas para buscar respuestas sin ofender ni sentirse ofendido.
Llegar a acuerdos por medio de la colaboración reafirma la fuerza de la unión familiar y cancela la violencia.
7.         Tu ejemplo pesa.
Con tu vida diaria, enseña a tus hijos lo que se siente tener poder para hacer lo que a ti te guste. Deja que ellos te vean disfrutar actividades propias que no pertenezcan a nadie más. (Si a ti te gusta la natación o la lectura, sigue juntándose con tus amigos para disfrutar estas actividades.)
Habla de tus emociones en frente de tus hijos. Que te oigan decir cómo te sientes (“Me siento triste”, NO “Tú me haces sentirme triste.”), sin asignar culpa a nadie. Si tú puedes identificar y aceptar tus emociones les estarás dando una importante lección a ellos.
Sé incluyente en tus actitudes y tus acciones. Si acostumbras discriminar a algún familiar o expresarte de una forma intolerante de alguien (“No hay que invitar a la tía María, porque no aguanto su perfume”, o “Mira esta niña, parece pordiosero con este vestido tan feo.”), es momento de cambiar tu comportamiento. Te están viendo tus hijos y aprendiendo de ti.
Finalmente, deja que tus hijos te vean luchar con la resolución de conflictos, pero con ayuda. No es bueno siempre ser el superhéroe, porque no lo puedes hacer solo. Con tu ejemplo, enseña a tus hijos a colaborar.
MEDIDAS QUE DEBEN ADOPTARSE

1º. HABLEN CON SU HIJO:
- Explíquenle que las conductas violentas como arañar o pegar son inadecuadas y las consecuencias negativas que tienen para los demás niños y para él mismo.

2º. NO EXPONER A ESCENAS VIOLENTAS
- Deben evitar a toda costa que los niños presencien escenas violentas, ya sean en películas, videojuegos, espectáculos deportivos, etc.
- Los niños no distinguen entre la realidad y la ficción y tratarán de reproducir esas situaciones en su vida real.

3º. EJEMPLO EN EL HOGAR
- Los niños aprenden por imitación, el ejemplo que le den a su hijo o hija será decisivo.
- El niño debe ver en sus padres un modelo de afrontar las situaciones dialogando, negociando, pero sin recurrir a la violencia física o verbal. Tengan en cuenta que su hijo les observa y escucha siempre.

4º. ENSÉÑELE OTRAS OPCIONES
- Los padres deben enseñarle de manera concreta alternativas a su conducta, es decir, cómo puede resolver las situaciones de otra manera.
- Esto se suele hacer a partir reflexionando sobre episodios sucedidos en el colegio o en contacto con otros niños, por ejemplo, en el parque.

5º. NO REFUERCE LAS CONDUCTAS AGRESIVAS

- Sin querer, muchas familias “premian” el comportamiento agresivo de su hijo. Bromeando, presumen de esta forma de ser ante otros familiares y amigos con comentarios como “preferimos que él pegue a que le peguen”. De esta forma están aprobando el comportamiento de su hijo o hija.
- En otros casos, se etiqueta al niño como “pegón”, lo que también refuerza este tipo de conductas.

6º. ELOGIE Y APRUEBE
- Sorpréndalo resolviendo las situaciones adecuadamente, con sus hermanos u otros niños.
- En esos casos, préstele una especial atención, elógielo y apruebe su conducta.
- Será una forma muy concreta de decirle: “así me gustaría que actuaras la próxima vez”.

7º. ADOPTE MEDIDAS
- Cuando el niño pegue o agreda a otro niño, adopte medidas de manera que ese comportamiento tenga consecuencias negativas. Las medidas se deben adoptar lo antes posible.
- En primer lugar regáñelo y déjele bien claro que no quiere que se comporte así.
- Si acaba de presenciar una reacción violenta, utilice la técnica de “tiempo fuera”: déjelo en un lugar aburrido pero supervisado, tantos minutos como años tiene.
- Otra forma de actuar, consiste en retirarle algunos privilegios: como no poder ver la TV, o retirarle un juguete. Aquí, el criterio general será retirárselo tantas horas como años tiene.

8º. SI NADA FUNCIONA

- Si a pesar de todas las medidas, y pasado un tiempo prudencial el niño o la niña continúa con una conducta agresiva, sería necesario que un especialista valorara el comportamiento para proponer un programa de mejora más personalizado.

Nunca hay que olvidar que los niños son el reflejo de los padres, ellos no son los culpables de su comportamiento, y tratar de educar con golpes y gritos no es la solución. 
Educar con amor es la mejor manera de formar a un niño, con valores y disciplina. 

Bienvenido

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